La pakirrota se encuentra dos gatitos pequeños en un sitio donde peligran, vamos, que si se quedan ahí durante la noche desaparecen misteriosamente. Con su ternura habitual prepara una cajita con su correspondiente manta, comida y todo lo que ella cree que necesitan los mininos, nos pasamos toda la tarde jugando con ellos y claro, les ponemos nombres, una se llama güertana (esto es una manía mía) y el otro nos recordó a una conocida y le pusimos su nombre que evidentemente no voy a decir aquí, lo voy a dejar en que lo llamamos ana garcía.
A todo esto llama una amiga, “maris, que tengo unos días y me voy a pasar a veros”. Al día siguiente ya estaba en casa y nosotras liadas con los gatitos, se los enseñamos, le decimos cómo se llaman y se le cambia la cara. La pakirrota desaparece, seguro que pensando, a ver como te lo ventilas, que la idea ha sido tuya. Yo no noto nada (mi simpleza alarga hasta los confines del universo) y sigo tan contenta jugando con los gatitos, cuando ella pregunta, ¿cómo dices que se llaman, japuta? Glup.
Joder, que se llama igual que el gato.