Mardita

Estamos aquí, a la pakirrota le gusta este sitio, a mí no me importa, una cerveza está bien en cualquier sitio y porque vamos a comer aquí que me encanta y está cerca de casa. 

El sitio tiene como dos barras, en una pides las cañas y en la otra los pinchaos, yo pido las cervezas y me aposento en una ventana, ufff se me acerca una “señora” con la intención de echarme la buenaventura, justo lo que yo estaba pensando que me gustaría hacer, esas cosas ni me van ni me vienen y además, no me gusta que me molesten, no sé qué pasa, la “señora” se mosquea y empieza a decir barbaridades, a todo esto llega la pakirrota con los mil platos que ha pedido y me dice ¡te ha echado una maldición! Y a mí que me importa. No te puedo dejar sola ni un momento. 

Estoy tentada de gritar ¡quítamelo, quítamelo! Como si fuera un bicho, pero es mejor tener con la señora el respeto que ella no ha tenido conmigo, porque mi error fue decirle, no, gracias y mantenerle la mirada.

Y ahora estoy maldecida.